Si estáis cansados de horarios y planes cuando vais de vacaciones, y ya no soportáis itinerarios demasiado organizados y repletos de actividades, auténticas hazañas que no consiguen dejar huella en nuestros recuerdos ni dan espacio al disfrute y al auténtico relax, entonces estáis listos para abrazar una nueva filosofía de viaje: el turismo lento o “slow tourism”.
No es necesario hacer una larga peregrinación o decidirse por unas vacaciones de aventura y mochila. Es suficiente con dar más importancia a la calidad del viaje, a la conexión con los lugares explorados y sus gentes o al ritmo de vida más lento, que a la cantidad de lugares por visitar. Esto permite apreciar mucho mejor la experiencia de viaje.
El turismo lento está englobado dentro del gran movimiento del turismo sostenible y nace como antídoto contra el turismo de masas y el frenesí por coleccionar el mayor número posible de experiencias. Visitas relámpago que no colman el corazón y no permiten captar la verdadera esencia del lugar. Pero ante todo esto, el turismo lento se contrapone con un enfoque más consciente y cuidadoso; basado en las relaciones con las personas, en la implicación e inmersión en la cultura local, descubriendo la historia, las tradiciones, la gastronomía y los diferentes estilos de vida, pero siempre a paso lento.
Del turismo lento no se benefician exclusivamente los viajeros, también lo hacen las comunidades locales y el medio ambiente. De hecho, si nos detenemos en los lugares que visitamos conseguimos disfrutar de todo lo que nos ofrece el territorio, pero también podemos reducir nuestra huella ecológica sobre todo si decidimos por ejemplo desplazarnos en bicicleta, usar menos el coche o dar largos paseos. Además, considerar una meta de viaje como un lugar donde viven otras personas en vez de como un simple destino turístico, custodia aquello que realmente buscamos, es decir, lo auténtico.
Ciertos lugares se prestan más que otros a ser vividos con lentitud: Cerdeña con su relajado estilo de vida, su abundacia de espacio libre y de silencio, y su diversidad cultural y paisajística, es seguramente una de las mejores metas del turismo lento y consciente.
La zona nororiental de Gallura en particular, es uno de esos rincones de la isla que se deben explorar a fondo y al mismo tiempo con mimo, para descubrir un tesoro de playas y pequeñas calas con sus rocas de granito y encinas centenarias, de hermosos caminos naturales y pueblos acogedores, de gastronomía tradicional, de nuragas e iglesias, de historias y encuentros.
Elegir Hotel dP significa dar el primer paso hacia unas vacaciones que serán: profundas, lentas, inmersivas e inolvidables.